Un cuento corto sobre las deudas y el dinero
En una pequeña ciudad de la costa, en plena temporada, está cayendo una lluvia torrencial y hace varios días que la calle parece desierta. Hace tiempo que la crisis económica viene azotando este lugar; todos tienen deudas y viven a base de créditos.
Por fortuna, llega un ruso mafioso forrado de dinero y entra en el único y pequeño hotel del lugar.
Pide una habitación, pone un billete de 100 dólares en la mesa de recepción y se va a ver las habitaciones. El dueño del hotel agarra el billete y sale corriendo a pagar sus deudas con el carnicero. Éste toma el billete y corre a pagar su deuda con el criador de cerdos. A su turno éste sale corriendo para pagar lo que le debe al molino proveedor de alimentos para animales. El dueño del molino toma el billete al vuelo y corre a liquidar su deuda con María, la prostituta, a la que hace tiempo que no le paga. En tiempos de crisis, hasta ella ofrece servicios a crédito.
La prostituta, con el billete en mano sale para el pequeño hotel donde había traído a sus clientes las últimas veces y que todavía no había pagado y le entrega el billete al dueño del hotel. En este momento baja el ruso que acaba de echar un vistazo a las habitaciones, dice que no le convence ninguna, toma el billete y se va. Nadie ha ganado un centavo, pero ahora toda la ciudad vive sin deudas
Por fortuna, llega un ruso mafioso forrado de dinero y entra en el único y pequeño hotel del lugar.
Pide una habitación, pone un billete de 100 dólares en la mesa de recepción y se va a ver las habitaciones. El dueño del hotel agarra el billete y sale corriendo a pagar sus deudas con el carnicero. Éste toma el billete y corre a pagar su deuda con el criador de cerdos. A su turno éste sale corriendo para pagar lo que le debe al molino proveedor de alimentos para animales. El dueño del molino toma el billete al vuelo y corre a liquidar su deuda con María, la prostituta, a la que hace tiempo que no le paga. En tiempos de crisis, hasta ella ofrece servicios a crédito.
La prostituta, con el billete en mano sale para el pequeño hotel donde había traído a sus clientes las últimas veces y que todavía no había pagado y le entrega el billete al dueño del hotel. En este momento baja el ruso que acaba de echar un vistazo a las habitaciones, dice que no le convence ninguna, toma el billete y se va. Nadie ha ganado un centavo, pero ahora toda la ciudad vive sin deudas
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