domingo, 5 de junio de 2016

Capitalismo sistema mundial

Capitalismo sistema mundial



El capitalismo como sistema mundial ha fracasado. El hombre en su prometeico intento de dominación ha ido paulatinamente consumiendo su propia vida y auspiciando el deterioro de la tierra también. 
Es un sistema que a lo largo de la historia, ha ido alejando al hombre de su naturaleza, de su esencia espiritual y de su calidad como ser humano. 



Explotación del hombre por el hombre, con la finalidad de satisfacer los intereses de una minoría que se llena cada día más los bolsillos, sin importar los evidentes daños colaterales que azotan a los no tan afortunados. El hombre en su metamorfosis pasa a ser un engranaje, una simple y pobre pieza desechable en esta enorme máquina colosal que no se detiene por nada ni por nadie.  La sumisión irracional al dinero, y esa búsqueda egoísta de vida hedonista, encaminan a la humanidad hacia ese inminente destino de destrucción. Estamos tocando fondo en lo que respecta la explotación tanto de recursos como de personas. En nuestra sociedad, las necesidades del hombre se traducen en demandas, comprar y vender, es decir, que el sujeto-necesidad pasa a transformarse en sujeto-cliente. El capitalismo, no amplia ni crea medios de vida, sino que lo convierte todo en clientela y mercancía, y de esta forma, logra así preservar su propia existencia. 

Nuestra sociedad se encuentra atrapada en una fuerte disyuntiva: el mantener el sistema capitalista que llevamos empleando bastante tiempo, o desarrollar y establecer uno nuevo, que vele por la conservación del planeta, y a su vez, la del ser humano. ¿Es posible retomar un equilibrio natural?, ¿cómo encaminarnos a nuevas alternativas?, ¿cuánto tiempo se podrá sustentar una sociedad en crecimiento infinito  con recursos finitos? 

Temo, que al paso que vamos, acelerado, déspota, insano y despreocupado, olvidemos que tenemos que detenernos, así sea por un instante a descansar, y analizar con detenimiento todas las interrogantes que sacuden nuestro presente y nos impiden dar un pronóstico apacible sobre el mañana. Pero temo más aun, que el detenerse sea una idea ya desfasada, y que nos encontremos a bordo de un viaje sin retorno alguno. 

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